Estas manos, que no se cansan de abofetear a las tinieblas.
Reinaldo Arenas
Las manos son, tal vez, nuestra parte más expresiva. Diríamos que, solventadas las funciones prácticas que poseen, se vuelven un poderoso y sincero vehículo de las emociones, miedos y anhelos que, posiblemente, quedarían sepultados de no ser por su propio y peculiar idioma.
De esto se ha percatado Dainier Silva. Sin embargo, el fotógrafo no se ha detenido allí. Ha hecho de las manos protagonistas de una obra teatral, en la que la poetización del contexto desempeña un importante rol en la transmisión de mensajes fuertes y cargados de un sentido profundamente humano.
Para ello, no ha escatimado las ventajas de la tecnología; sin embargo, en ningún momento podemos asumir que estamos ante una muestra que sucumbe, acrítica, a estas posibilidades. Por el contrario, Dainier ha mezclado sabiamente lo analógico y lo digital, ha experimentado, ha buscado soluciones y ha encontrado el resultado que quería: una serie que bucea en estéticas del pasado y es al mismo tiempo fresca y novedosa. La traducción personal de un símbolo que nos define desde el inicio de los tiempos.
Guillermo Betancourt